2 Samuel 2, David en paciencia
Léase por favor 2 Samuel 2
Saúl y Jonatán están muertos. Saúl fue el ungido de Dios; Is-boset no tenía derecho ninguno al trono de Israel. De todos modos, vemos a David en paciencia buscando la voluntad de Jehová, algo que nos conviene imitar. “Después de esto aconteció que David consultó a Jehová, diciendo: ¿Subiré a alguna de las ciudades de Judá? Y Jehová le respondió: Sube. David volvió a decir: ¿A dónde subiré? Y él le dijo: A Hebrón.” No es por nada que el nombre de esta ciudad es “Hebrón” que quiere decir “comunión” En estos momentos David andaba en comunión con su Dios, no aferrándose del reino, aunque ya hace mucho Jehová lo había prometido. Gran diferencia hay en David aquí, comparado a su actitud cuando fue a convivir con los filisteos. “Dijo luego David en su corazón: Al fin seré muerto algún día por la mano de Saúl; nada, por tanto, me será mejor que fugarme a la tierra de los filisteos, para que Saúl no se ocupe de mí, y no me ande buscando más por todo el territorio de Israel.” Eran palabras de incredulidad que hemos meditado antes.
Pero aquí es la confianza de la fe; no está apurado a tomar el reino sino con paciencia espera la voluntad y guía de Jehová. Vemos en el aspecto dispensacional que Cristo, a su tiempo, va a tomar el reino de Israel, pero no de una vez después de su venida por nosotros los redimidos, y los “muertos en Cristo.” 1 Tesalonicenses 4:15-18 No puedo decir que los siete años que reinaba David en Hebrón están relacionados con los siete años de la tribulación cuando ambos la iglesia falsa y la nación apostata de Israel serán juzgados antes del reino de Cristo pero puede haber algo de sombra. Acaso en los de Judá que siguieron a David vemos al remanente fiel en la gran tribulación que estarán anticipando su redención por su David, el Señor Jesús. (Espero que algún hermano más instruido en la profecía me puede explicar mejor si en esto estoy mal.)
Pero mientras David no estaba apurado, somos introducidos al carácter de un hombre quien, a pesar de su fidelidad a David, buscaba su propia ventaja y se manifestaba en poco tiempo como uno sin conciencia. Su nombre es Joab y era sobrino de David. Acaso por su parentesco con David, no había energía en David de juzgarlo como debería, igual como no sabía corregir a sus hijos tampoco. Hubo lo que nosotros llamamos una guerra civil entre Judá e Israel, algo muy triste. Quiero notar algo por los hermanos mayores que reciben estos mensajes. Se nota algo horrible en los versos 14 a 16 en el capítulo 2. “Y dijo Abner a Joab: Levántense ahora los jóvenes, y maniobren delante de nosotros. Y Joab respondió: Levántense. Entonces se levantaron, y pasaron en número igual, doce de Benjamín por parte de Is-boset hijo de Saúl, y doce de los siervos de David. Y cada uno echó mano de la cabeza de su adversario, y metió su espada en el costado de su adversario, y cayeron a una.” ¡Veinte cuatro muertos de una vez! ¡Y la batalla no era de ellos, sino un desacuerdo entre mayores! O hermanos, ¡que tengamos cuidado nosotros que somos de más edad, que no haya entre nosotros algo que desanime y cause la caída espiritual de los jóvenes!
Del hermano de Joab, que cayó en la lanza de Abner acaso aprendemos alguna lección de escuchar la voz de consejos de los que saben más. “Y Abner volvió a decir a Asael: Apártate de en pos de mí; ¿por qué he de herirte hasta derribarte? ¿Cómo levantaría yo entonces mi rostro delante de Joab tu hermano? Y no queriendo él irse, lo hirió Abner con el regatón de la lanza por la quinta costilla, y le salió la lanza por la espalda, y cayó allí, y murió en aquel mismo sitio.” Asael no escuchaba dos advertencias y resultaba en su muerte. Parece que la intención de Abner no era matarlo, sino simplemente darlo una bofetada con la parte delantera de su lanza, pero no fue así y murió mal herido. ¡Como hemos nosotros lamentado algunos que no han escuchado la voz de admonición de sus hermanos acerca de su senda, y han caído, quizás no muertos, pero mal heridos en el sentido espiritual!
Dios mediante consideremos que pasó con Abner la semana que viene.
F. Fournier