2 Samuel 1 (2) Lamentación de David por la muerte de Saúl y Jonathan
Léase por favor 2 Samuel 1:17-27
“Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” Efesios 4:31-32 (Exhortación cristiana a los santos en Éfeso que nos conviene reflexionar.)
“Solamente temed a Jehová y servidle de verdad con todo vuestro corazón, pues considerad cuán grandes cosas ha hecho por vosotros. Mas si perseverareis en hacer mal, vosotros y vuestro rey pereceréis.” 1 Samuel 12:24-25 (Palabras de Samuel, exhortando a Israel después de ungir a Saúl como su rey.)
“El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha.” Juan 6:63
Vemos la lamentación verdadera de David y sus compañeros en este capítulo. Vale la pena leerlo en voz alta, pues es poesía y aunque fuera pronunciado en otro idioma que el español, aun así, es bonito leer y así que lo copio aquí.
19 ¡Ha perecido la gloria de Israel sobre tus alturas! ¡Cómo han caído los valientes!
20 No lo anunciéis en Gat, Ni deis las nuevas en las plazas de Ascalón; Para que no se alegren las hijas de los filisteos, Para que no salten de gozo las hijas de los incircuncisos.
21 Montes de Gilboa, Ni rocío ni lluvia caiga sobre vosotros, ni seáis tierras de ofrendas; Porque allí fue desechado el escudo de los valientes, El escudo de Saúl, como si no hubiera sido ungido con aceite.
22 Sin sangre de los muertos, sin grosura de los valientes, El arco de Jonatán no volvía atrás, Ni la espada de Saúl volvió vacía.
23 Saúl y Jonatán, amados y queridos; Inseparables en su vida, tampoco en su muerte fueron separados; Más ligeros eran que águilas, Más fuertes que leones.
24 Hijas de Israel, llorad por Saúl, Quien os vestía de escarlata con deleites, Quien adornaba vuestras ropas con ornamentos de oro.
25 ¡Cómo han caído los valientes en medio de la batalla! ¡Jonatán, muerto en tus alturas!
26 Angustia tengo por ti, hermano mío Jonatán,Que me fuiste muy dulce. Más maravilloso me fue tu amor, Que el amor de las mujeres.
27 ¡Cómo han caído los valientes, Han perecido las armas de guerra!
Parece casi increíble que David pudo elogiar a Saúl de esta manera, conociendo todo lo malo que había hecho Saúl en su vida. No nos sorprende que hablaría tantas palabras bonitas acerca de su amigo Jonatán, y acaso notando con tristeza, aunque sin amargura acerca de su amigo y su padre “Saúl y Jonatán, amados y queridos; Inseparables en su vida, tampoco en su muerte fueron separados.” En realidad, hubiera sido mucho mejor por Jonatán separarse de su padre Saúl quien odiaba a su amigo David. Pero en el momento de la muerte ya no era tiempo de amonestar con su amigo que pagó con su vida por su fidelidad a su padre infiel.
Sin embargo,¡que buen ejemplo para nosotros notar en la actitud y palabras de David en cuanto a uno considerado como enemigo! Primero me gusta notar que no quiso David que fuera proclamado entre los inconversos. “No lo anunciéis en Gat, ni deis las nuevas en las plazas de Ascalón; para que no se alegren las hijas de los filisteos, para que no salten de gozo las hijas de los incircuncisos.”
Veo muy importante esto, que no proclamemos, por ejemplo, las faltas de nuestros hermanos entre los inconversos. Si sea posible, mejor no proclamarlas en cualquier sitio menos en la oración particular. No digo que siempre pretendamos que todo está bien; simplemente vemos aquí en la actitud de David una verdadera lamentación sobre el mal que había venido sobre Israel y sobre la familia de Saúl, a pesar de todo lo que había sufrido antes. Se nota que todo lo que decía o cantaba David en su poema tiene que ver con el hombre natural; la fuerza de Saúl, sus victorias sobre sus enemigos (que de veras eran al principio de su reino cuando vivía Samuel y bajo esta buena influencia Saúl caminaba en el temor de Jehová.) Pero en este poema es notable que no había rencor ninguno en su corazón. Este es el ejemplo que pienso yo nos enseña Efesios 4:31-32 “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” David no pudo saber cómo Dios iba a perdonar en Cristo, pero, de todos modos, David si tenía la vida nueva y se manifiesta en este capítulo. Somos nosotros mucho más responsables de cumplir con este versículo.
F. Fournier