2 Samuel 13 Amnón y la familia de David
Léase por favor 2 Samuel 13
Da pena leer este capítulo, especialmente en este día cuando muchos de nosotros carecemos de la comunión de nuestros hermanos que tanto nos anima. Al lado positivo, podemos decir que la venida del Señor se ve cerquita pues vemos como tan rápidamente una nación prospera puede encontrarse en graves problemas económicos sin guerra por algo tan insignificante como un virus. Hace un mes, nadie de nosotros pensábamos que las cosas llegarían a tales extremos.
Pero la mano del gobierno de Dios tenía que caer sobre su hijo David, aunque David no usaba el mismo método en su propia casa (o sea, que no sabía disciplinar a sus hijos). “Entonces Adonías hijo de Haguit se rebeló, diciendo: Yo reinaré… Y su padre nunca le había entristecido en todos sus días con decirle: ¿Por qué haces así? Además, éste era de muy hermoso parecer.” Pero ¿Qué nos enseña la palabra de Dios, escrito por el hijo de David, Salomón? “El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; más el que lo ama, desde temprano lo corrige.” Proverbios 13:24
El anuncio a David del profeta Natán había sido “Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste…Así ha dicho Jehová: He aquí yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa…Porque tú lo hiciste en secreto; más yo haré esto delante de todo Israel y a pleno sol.” David se había arrepentido profundamente y vimos su consolación en el Salmo 32:1-2 “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño.” Pero el gobierno de Dios no se suspende y vemos como David pasaba por todo esto sabiendo que estaba cosechando en su familia las consecuencias de sus acciones. ¿Hubiera tenido David la autoridad moral de corregir a su hijo Amnón que andaba desenfrenado en su deseo carnal de tener a su hermana? Creo que es obvio que el pecado que cometió David le hizo incapaz de corregir algo semejante en su hijo. No que Amnón podía usarlo de excusa por su pecado; pudiera haber dicho dentro de sí “Mi papa hizo algo semejante y aún peor…” pero vemos como la debilidad de David como padre se hacía peor a través de su pecado.
Hay otra cosa que no notábamos la semana pasada en el capítulo anterior. “Y juntando David a todo el pueblo, fue contra Rabá, y combatió contra ella, y la tomó. Y quitó la corona de la cabeza de su rey, la cual pesaba un talento de oro, y tenía piedras preciosas; y fue puesta sobre la cabeza de David.” La batalla contra la ciudad pagana e idolatra era según la voluntad de Jehová. Pero anteriormente, antes de su caída, vemos como David se comportaba diferente; “el rey David dedicó a Jehová, con la plata y el oro que había dedicado de todas las naciones que había sometido.” 2 Samuel 8:11 Posiblemente vemos en este acto de David de poner la corona sobre su propia cabeza manifiesta algo de perdida de discernimiento de parte de David.
Pero no solo eso vemos en la perdida a David por su desobediencia anterior; “Sacó además a la gente que estaba en ella, y los puso a trabajar con sierras, con trillos de hierro y hachas de hierro, y además los hizo trabajar en los hornos de ladrillos; y lo mismo hizo a todas las ciudades de los hijos de Amón.” Antes, no había tratado con crueldad a sus enemigos sobrevivientes. Además, en nuestro capítulo, vemos su falta de discernimiento en cuanto ambos la petición de Amnón y la de Absalón.
“Y David envió a Tamar a su casa, diciendo: Ve ahora a casa de Amnón tu hermano, y hazle de comer.” Yo desconozco las costumbres de aquel entonces y posiblemente la petición de Amnón no levantaba sospechas; acaso era algo común. Pero tengo pensado que posiblemente si estuviera caminando más en comunión con Jehová, David hubiera podido entender que esta petición era algo fuera de lo normal.
Al declararse el pecado tan grave de Amnón (la violación y humillación de su hermana) leemos “Y luego que el rey David oyó todo esto, se enojó mucho.” Se enojaba David, pero no hizo nada, ni siquiera reprendía a su hijo Amnón. ¿Cómo podía, dado su propia historia? No dudo que había muy gran deseo en su corazón de decir o hacer algo, pero le faltaba la fuerza moral. Se nos resulta muy difícil corregir a otros si somos nosotros mismos culpables. Sabemos que hay perdón por los que confiesan sus pecados, pero es bueno meditar de antemano cuales pueden ser las consecuencias de nuestros hechos; la fuerza moral para ayudar, exhortar, y amonestar a otros viene de la obediencia de uno mismo a la palabra de Dios.
¡Qué tan pronto de deseo carnal de Amnón se cambió a otra cosa! “Luego la aborreció Amnón con tan gran aborrecimiento, que el odio con que la aborreció fue mayor que el amor con que la había amado. Y le dijo Amnón: Levántate, y vete.” El pecado, que al instante nos parece tan atractivo, al gustarle se cambia a hiel muy pronto. No dudo que la mayoría de nosotros, acaso todos, podemos confesar que es así. Pero la naturaleza vieja no cambia nunca y no aprende nada de la mala experiencia. Absalón nos da el ejemplo; tanto se enojaba de la violación de su hermana que pasaba dos años, buscando la venganza sobre su hermano, y por fin encontró la forma de matarlo. Años después, el mismo violaba las concubinas de su padre. Así el pecado es una cadena de maldad; como en David, el pecado de sus ojos viendo la mujer desnuda, se trasladaba al adulterio; de allí al engaño y mentira; de allí, a la homicida. La siembra de la cadena de pecados tenía su cosecha amarga. ¡Que el Señor nos guarde, hermanos! ¡Que caminemos en su temor siempre para que vivamos a su gloria en estos días difíciles!