1 Samuel 7, la paciencia de la fe y su resultado
Léase por favor 1 Samuel 7
En este capítulo leemos cosas preciosas que nos convienen en el día de hoy y en varios sentidos. Siete meses pasaron con el arca en la tierra de los filisteos. Fue devuelto y se quedó en un lugar aislado y distante de su reposo mientras el joven Samuel oraba, ministraba y esperaba que el pueblo de Israel buscara de nuevo a Jehová. “Desde el día que llegó el arca a Quiriat-jearim pasaron muchos días, veinte años.” ¿Se fatigaba Samuel durante este tiempo de espera? No dice específicamente, pero yo creo que la misma fe de su mama que había implorado a Jehová mientras la nación estaba en idolatría e indiferencia, en la casa de Jehová motivaba a Samuel de esperar en paciencia por el día que por fin llegó en nuestro capítulo. “y toda la casa de Israel lamentaba en pos de Jehová.” Sentían su distancia y era el principio de una obra de arrepentimiento profundo en el corazón de la nación, algo que quizás no había pasado por muchos años y a través de muchos jueces anteriores. Leíamos de los jueces que fueron levantados cuando el pueblo clamaba a Jehová por su servidumbre a las naciones que les habían esclavizado. Pero solo Ana había orado por un hijo, librador de su pueblo mientras lo demás del pueblo era cómplice con la maldad del sacerdocio manifestado en los hijos de Eli.
Pero ahora vemos algo maravilloso en el joven Samuel, pues imagino que todavía no era tan mayor. “Habló Samuel a toda la casa de Israel, diciendo: Si de todo vuestro corazón os volvéis a Jehová, quitad los dioses ajenos y a Astarot de entre vosotros, y preparad vuestro corazón a Jehová, y sólo a él servid, y os librará de la mano de los filisteos.” Se lamentaron en Jehová, pero hasta este día, aún habían quedado con sus ídolos, a pesar de haber visto que eran inútiles para librarse de sus enemigos. Pero tomaron el paso por fin, bajo la enseñanza de Samuel “Entonces los hijos de Israel quitaron a los baales y a Astarot, y sirvieron sólo a Jehová.”
Lo que sigue es demasiado solemne, pero a la vez hermoso. Samuel juntaba al pueblo en Mizpa con fines de orar en una forma colectiva. “Y Samuel dijo: Reunid a todo Israel en Mizpa, y yo oraré por vosotros a Jehová. Y se reunieron en Mizpa, y sacaron agua, y la derramaron delante de Jehová, y ayunaron aquel día, y dijeron allí: Contra Jehová hemos pecado.” El agua derramada puede hablarnos de la debilidad completa de la carne que confesaron y el ayuno de no satisfacer ni los deseos naturales mientras manifestaban su arrepentimiento. Era una escena que no veíamos en todo el tiempo de los jueces anteriores y parece que la obra de arrepentimiento aquí es más profunda y tenía mejores resultados más permanentes.
“Cuando oyeron los filisteos que los hijos de Israel estaban reunidos en Mizpa, subieron los príncipes de los filisteos contra Israel.” Me hace pensar de un tiempo muchos años después en el libro de Esdras cuando el pueblo remanente de Israel había dejado de construir el templo por un periodo de doce años entre los cuales no tenían ningún problema con los enemigos alrededor. Pero de una vez, cuando se animaron bajo la profecía de Hageo y Zacarías de volver a construir el templo, ya se levantaba la oposición. “En aquel tiempo vino a ellos Tatnai gobernador del otro lado del río, y Setar-boznai y sus compañeros, y les dijeron así: ¿Quién os ha dado orden para edificar esta casa y levantar estos muros?” Esdras 5:3 Así la oposición se ve siempre cuando se manifiesta el deseo renovado de seguir a Dios.
Pero esta vez, ya con su conciencia despertada y en la presencia de Jehová, el pueblo no tiene la audacia de llamar el arca que había hecho los veinte años antes. “tuvieron temor de los filisteos. Entonces dijeron los hijos de Israel a Samuel: No ceses de clamar por nosotros a Jehová nuestro Dios, para que nos guarde de la mano de los filisteos.” ¡Qué gran cambio se obraba en ellos! Y lo que Samuel hizo después hace también gran contraste con su juez no tantos años antes; Sansón, un hombre singular en su fuerza había derrotado a los filisteos con la mandíbula de un asno. Pero Samuel derrota a los filisteos sin levantar ni un dedo con la fuerza humana, sino por el sacrificio más alto, lo que a nosotros (no digo ellos pues ignoraban todo esto) nos habla de la obra perfecta de expiación de Cristo en la cruz. “Y Samuel tomó un cordero de leche y lo sacrificó entero en holocausto a Jehová; y clamó Samuel a Jehová por Israel, y Jehová le oyó. Y aconteció que mientras Samuel sacrificaba el holocausto, los filisteos llegaron para pelear con los hijos de Israel. Mas Jehová tronó aquel día con gran estruendo sobre los filisteos, y los atemorizó, y fueron vencidos delante de Israel.”
No hay nada que se puede comparar con el holocausto. Dios totalmente expiado, no quedando una duda acerca de la perfección de su sacrificio. ¡O que hoy día, mientras nos acercámos a la mesa del Señor para recordarle en su muerte, haya en nuestros corazones el recordatorio de este sacrificio! No debemos estar sorprendidos de lo que sigue; “Tomó luego Samuel una piedra y la puso entre Mizpa y Sen, y le puso por nombre Eben-ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová. Así fueron sometidos los filisteos, y no volvieron más a entrar en el territorio de Israel; y la mano de Jehová estuvo contra los filisteos todos los días de Samuel.”
F. Fournier