1Sam 1.20.28 El Gozo de Ana y su canción

Categoría de nivel principal o raíz: Antiguo Testamento
posted by: F Fournier

El libro de Samuel, el gozo de Ana y su canción

Léase por favor 1 Samuel 1:20-28, 2 Samuel 2:1-11

Primero quiero corregir algo que escribí la semana pasada que Samuel era de la tribu de Efraín.  Según 1 Crónicas 6:16-28 Samuel era de la tribu de Levi, aunque no era de la familia de Aarón.  Igual no podía ser sacerdote.  La referencia a la tribu de Efraín quiere decir que vivía en la provincia de la tribu de Efraín.

Como vimos en Rut la redención a través del pariente-redentor, vemos en la historia de Ana la provisión de un Dios vivo por una mujer desolada.  Vemos ambas cosas en el libro de Hebreos, acerca de la humanidad del Hijo de Dios, el Señor Jesucristo. 

El primero vemos en Hebreos 2:9; “Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos.”  Su muerte que recordamos hoy día valió por Rut y Ana igual por toda persona de fe desde Adán hasta el día de hoy.  Pero Ana necesitaba, no la redención que ya tenía por fe, sino consuelo, simpatía, y socorro en su tristeza.   Eso vemos también en Hebreos 2:17-18 “Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.” 

Ana en su oración recibió consolación y ánimo. “Elí respondió y dijo: Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho.  Y ella dijo: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste.”

Vemos en Ana un corazón fiel a Jehová, ante todo, un gran contraste del fracaso del sacerdocio.  Ella nada más una mujer de Israel, pero inteligente en las cosas de Jehová siendo que tenía el corazón fiel.  Ella se daba cuenta que su niño prometido a Jehová iba a ser mucho más que simplemente su niño deseado.   “Después que lo hubo destetado, lo llevó consigo…a la casa de Jehová en Silo; y el niño era pequeño. Y matando el becerro, trajeron el niño a Elí. Y ella dijo: ¡Oh, Señor mío! Vive tu alma, Señor mío, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti orando a Jehová.  Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová.”  ¡Era muy pequeño Samuel (imagino como cuatro años) para vivir con el viejo sacerdote, apartado de su papa y mama!  Pero no escuchamos nada de quejas de parte del niño y tampoco de su mama aunque no dudamos que fue difícil dejar el hijo tan querido allá en el tabernáculo para ser criado por otro alguien.  En cambio, Ana brota en adoración a Jehová en la oración en capítulo 2 que muchas veces llamamos “la canción de Ana” pues es poesía sublime. 

Es obvio a cualquier corazón entendido que la oración de Ana va mucho más allá que agradecimiento y adoración a Jehová por haberle dado un hijo.  En verdad, en toda la oración ni una sola vez menciona a Samuel.   Su hijo iba a ser profeta en Israel, pero su mama hablaba del Rey venidero.  “Dará poder a su Rey, y exaltará el poderío de su Ungido.”  Veremos, Dios mediante, que Saúl era el primer rey, pero escogido del pueblo en rebelión y no el hombre que Dios quiso.  El Rey exaltado aquí es David y por extensión, el hijo de David, el Señor Jesucristo.   

No soy capaz de hacer mucho comentario sobre las palabras bellas de esta oración sino solamente maravillarme en la presencia de la fe de una mujer débil con su hijo aún más débil, un niño de cuatro años, pero cuyo futuro incluía ungir el rey “según el corazón de Dios.”  En vez de comentar, los versículos voy a citar aquí en su totalidad.

Mi corazón se regocija en Jehová,

Mi poder se exalta en Jehová;

Mi boca se ensanchó sobre mis enemigos,

Por cuanto me alegré en tu salvación.

No hay santo como Jehová;

Porque no hay ninguno fuera de ti,

Y no hay refugio como el Dios nuestro.

No multipliquéis palabras de grandeza y altanería;

Cesen las palabras arrogantes de vuestra boca;

Porque el Dios de todo saber es Jehová,

Y a él toca el pesar las acciones.

Los arcos de los fuertes fueron quebrados,

Y los débiles se ciñeron de poder.

Los saciados se alquilaron por pan,

Y los hambrientos dejaron de tener hambre;

Hasta la estéril ha dado a luz siete,

Y la que tenía muchos hijos languidece.

Jehová mata, y él da vida;

El hace descender al Seol, y hace subir.

Jehová empobrece, y él enriquece;

Abate, y enaltece.

El levanta del polvo al pobre,

Y del muladar exalta al menesteroso,

Para hacerle sentarse con príncipes y heredar un sitio de honor.

Porque de Jehová son las columnas de la tierra,

Y él afirmó sobre ellas el mundo.

El guarda los pies de sus santos,

Mas los impíos perecen en tinieblas;

Porque nadie será fuerte por su propia fuerza.

Delante de Jehová serán quebrantados sus adversarios,

Y sobre ellos tronará desde los cielos;

Jehová juzgará los confines de la tierra,

Dará poder a su Rey,

Y exaltará el poderío de su Ungido.

F, Fournier