1 Samuel 1, el fracaso del sacerdocio
Léase por favor 1 Samuel 1
Se puede decir que 1 y 2 de Samuel son más bien los libros de la introducción del reinado de David, el hombre según el corazón de Dios, el rey que nos habla del mismo Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo, el rey que aún está esperando su trono. Pero en verdad, después de un intervalo de la gracia de Dios soberano demostrado tan maravillosamente en libro de Rut, obrando en un tiempo de ruina del pueblo escogido y trayendo bendición a pesar de todo, volvemos a la historia de la nación de Israel. El trabajo de liderar (o juzgar) al pueblo ahora cae sobre el sacerdocio. Pero, ¡qué clase de liderazgo tenemos en este capítulo 1 de Samuel!
“El sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto a un pilar del templo de Jehová.” (Es nombrado aquí “el templo de Jehová” pero sabemos que era nada más la misma tienda o tabernáculo humilde del desierto.) ¿Habían sillas nombradas entre los muebles del tabernáculo? No, para nada, mostrándonos que el trabajo del sacerdocio no tenía descanso. Los sacrificios siendo continuos, no había descanso para el sacerdote. Se nos cuenta esto detalladamente en el libro a los Hebreos. Hebreos 10:1-4 “Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado. Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados.” El gran contraste tenemos en el mismo capítulo; verso 12 “pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios.”
Pero Eli, faltándole una fe viva y activa, y dejando a un lado en cierto sentido sus deberes como sumo sacerdote, está sentado sobre una silla. Más tarde leemos “Elí cayó hacia atrás de la silla al lado de la puerta, y se desnucó y murió; porque era hombre viejo y pesado.” Así vemos en este hombre, aunque podemos decir que si tenía cierto temor de Jehová y un deseo de ver a su familia caminando bien delante de Jehová, se había dejado conducirse por los deseos naturales de comer mucho y ser negligente de sus deberes. La flojera espiritual y su falta de discernimiento vemos en figura de un hombre gordo, sentado sobre una silla.
Vemos también algo más de la condición de Israel figurado en el hombre Elcana; “Y tenía él dos mujeres…” Igual como Eli que tenía sus afectos divididos entre las cosas de Jehová y la vida buena de comer y descansar, así vemos a un hombre con dos mujeres. No equivoquemos por leer esto de muchos en el antiguo testamento que fuera la voluntad de Dios que así fuera. “Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? El, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.” Mateo 19:3-6
Pero vemos la gracia obrando a pesar de la ruina y baja condición del sacerdocio, y así la mujer sin hijo, Ana, acude al tabernáculo buscando su remedio por su tristeza porque “Jehová había cerrado su matriz.” Indudablemente aquí nos hace recordar que Israel por la naturaleza no producía fruto para Jehová. El marido Elcana no la ayuda en su tristeza. “Elcana su marido le dijo: Ana, ¿por qué lloras? ¿por qué no comes? ¿y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo mejor que diez hijos?” Conozco a jóvenes ambos varones y mujeres, que lamentan por no tener su pareja. No es fácil consolarlos y no conviene decirles cosas inútiles como Elcana, pero ojalá como Ana busquen su consuelo y refugio en el Señor.
Ana oraba fervientemente y al principio, vemos el sacerdote equivocando gravemente sus imploraciones a Dios por la borrachera, mostrando así su falta de discernimiento espiritual. Pero vemos después que hay en Eli más que la flojera espiritual; había de verdad un corazón fiel a Jehová a pesar de sus flaquezas y defectos. Sus palabras de reprensión cambian para dar una bendición a Ana. “Elí respondió y dijo: Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho. Ella dijo: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste.”
“Aconteció que al cumplirse el tiempo, después de haber concebido Ana, dio a luz un hijo, y le puso por nombre Samuel, diciendo: Por cuanto lo pedí a Jehová.” Samuel no era de la línea sacerdotal, sino de la tribu de Efraín. Iba a ser por el pueblo profeta y juez y en el día de ruina vemos una y otra vez como Dios usa la voz del profeta para llamar a su pueblo de su estado alejado para que vuelva tener comunión con El.
F. Fournier