1 Samuel 24 El encuentro de Saúl y David
Léase por favor 1 Samuel 24, Salmo 57
“Cuando Saúl volvió de perseguir a los filisteos, le dieron aviso, diciendo: He aquí David está en el desierto de En-gadi. Y tomando Saúl tres mil hombres escogidos de todo Israel, fue en busca de David y de sus hombres, por las cumbres de los peñascos de las cabras monteses.” A pesar de lo lejos que andaba Saúl de comunión con Jehová, no parece que le faltaba ayudantes y hombre escogidos para buscar a David. En el capítulo 22, Saúl en su estado de inseguridad había acusado a sus siervos. “Y dijo Saúl a sus siervos que estaban alrededor de él…todos vosotros hayáis conspirado contra mí, y no haya quien me descubra al oído cómo mi hijo ha hecho alianza con el hijo de Isaí, ni alguno de vosotros que se duela de mí y me descubra cómo mi hijo ha levantado a mi siervo contra mí para que me aceche, ¿tal como lo hace hoy?” Vemos aquí un hombre desesperado, lejos de Dios, caminando con mala conciencia y desconfiando en todos incluso su propio hijo. Pero ahora ha encontrado a los que están prestos a denunciar a David y hasta ayudar a Saúl en su búsqueda. Pero todo en vano fue, pues el hombre que confía en Dios siempre sobresale en contra el hombre confiando en el brazo de la carne. Saúl se metió en la misma cueva donde David ya estaba sin saberlo.
Los compañeros de David son menos sensibles acerca de la gracia. “Entonces los hombres de David le dijeron: He aquí el día de que te dijo Jehová: He aquí que entrego a tu enemigo en tu mano, y harás con él como te pareciere.” Ellos acaso pensaron que el día de juicio había venido y eso era la oportunidad de aprovechar ejecutando juicio sobre Saúl. Pero David muy bien entiende que no era el día todavía, y como prototipo de Cristo, muestra nada menos la gracia hacia su enemigo. Así nosotros no vivimos en los días de venganza o justicia. Dios ahora mismo no está corrigiendo toda la maldad en el mundo. Este día si viene, pero no es el día de hoy. Así la voz de Cristo nos dice “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen.” Mateo 5:43-44 “Y dijo a sus hombres: Jehová me guarde de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido de Jehová, que yo extienda mi mano contra él; porque es el ungido de Jehová. Así reprimió David a sus hombres con palabras, y no les permitió que se levantasen contra Saúl.”
Hay otra cosa aquí que puede ser de ayuda a nosotros en el día de hoy. Los hombres fieles de David, viendo las circunstancias, pensaron que era Dios mostrando su voluntad, que David mataría a Saúl. Pero David rehusaba ser guiado solo por circunstancias. David no tenía toda la Biblia como tenemos nosotros por nuestra guía. Pero aun así sabia ciertas cosas que le fueron revelados de Dios y se deja conducir por esto, y no por las circunstancias. ¡Que lección por nosotros que tenemos toda la palabra de Dios por nuestra guía! Puede ser que Dios use las circunstancias a guiarnos de vez en cuando, pero nunca en contra de su palabra. Como Moisés y aquí David, debemos recordar bien esta lección. “Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado.” Hebreos 11:24-25 Algunos quizás hubieran dicho a Moisés “Que gran oportunidad tienes para ayudar a tu pueblo estando en la casa de Faraón, en este lugar de privilegio.” Pero Moisés escogió bien como David en nuestro capítulo. Moisés no iba a quedarse más tiempo en la casa de Faraón y tampoco David iba a levantar su mano contra Saúl.
Ahora empieza una conversación rara entre David y Saúl después que Saúl salió de la cueva, aun ignorante que estaba tan cerca de la muerte. “Juzgue Jehová entre tú y yo, y véngueme de ti Jehová; pero mi mano no será contra ti. Como dice el proverbio de los antiguos: De los impíos saldrá la impiedad; así que mi mano no será contra ti.” Está promesa hizo David y nunca arrepentía de ella, ni esta vez ni otra vez después cuando había oportunidad. Además, David toma el lugar de humildad acerca de su persona. “¿Tras quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién persigues? ¿A un perro muerto? ¿A una pulga?” Como el apóstol Pablo, David de verdad era “pequeño en sus propios ojos.” Dijo el apóstol “A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo.” Efesios 3:8 Una vez Samuel había notado que Saúl también era “pequeño en tus propios ojos”. 1 Samuel 15:17 ¿Qué pasó? La desobediencia primero, y después la envidia arruinaba la vida de este hombre que empezaba bien.
Saúl todavía era capaz de cierta clase de emoción y palabras persuasivas, aunque falsas. “Saúl dijo: ¿No es esta la voz tuya, hijo mío David? Y alzó Saúl su voz y lloró, y dijo a David: Más justo eres tú que yo, que me has pagado con bien, habiéndote yo pagado con mal.” Acaso en su corazón Saúl pensaba ser sincero con estas palabras que cualquier leyendo pensaría “nunca va a perseguir a David de nuevo Saúl.” Pero sabemos demasiado bien que a pesar de sus lágrimas, y palabras que parecen ser arrepentimiento, no se cambiaba nada porque no había con Saúl la fe, y solo la fe le guía a uno en el camino de justicia. Leemos los pensamientos de David en el Salmo 57 “De la infamia del que me acosa; Selah. Dios enviará su misericordia y su verdad. Mi vida está entre leones.” La fe de David confía en la misericordia de Dios y no en las palabras de Saúl.
F Fournier