1 Samuel 21 David huyendo, otros involucrados
Léase por favor 1 Samuel 21, Salmos 34 y 56
Es en las circunstancias de la vida que experimentamos la provisión de Dios por nosotros como sus hijos. De aquí en adelante hasta que el momento en que David tomara el trono veremos al hombre rechazado, prototipo de Cristo en su rechazo, pero a la vez una ilustración por nosotros, cristianos rechazados por el mundo porque pertenecemos a otro lugar, el cielo.
Los títulos de los dos Salmos, 34 y 56, nos indican que fueron escritos relacionados con los eventos en este capítulo. A la vez, nuestro Señor Jesús hace mención de los eventos en este capítulo en su discurso con los fariseos que criticaban a sus discípulos por coger el trigo y comérselo en el día sábado. Es importante ver a los versículos que proceden para entender bien lo que el Señor Jesús quería enseñar. “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.” Mateo 11:28-30 Así en el evangelio de San Mateo, donde vemos a Cristo como el Mesías de Israel, pero rechazado, el Señor Jesús pronuncia estas palabras benditas, que el descanso ya no era debajo de la ley y el guardar el día de sábado, sino el descanso de cada ser humano, sea judío o gentil, es en él mismo. “Yo os haré descansar.” Después, empieza la escena en el siguiente capítulo 12 de Mateo; “Viéndolo los fariseos, le dijeron: He aquí tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en el día de reposo. Pero él les dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y los que con él estaban tuvieron hambre; cómo entró en la casa de Dios, y comió los panes de la proposición, que no les era lícito comer ni a él ni a los que con él estaban, ¿sino solamente a los sacerdotes?” Los fariseos querían aplicar la ley mientras rechazaban al Hijo de Dios. No se podía como tampoco el sacerdote Ahimelec podía dejar de entregar al rechazado David los panes de la proposición.
Pero volviendo al principio del capítulo, veíamos antes como David no respetaba mucho la verdad. Ahimelec se daba cuenta de que algo no estaba bien. “Vino David a Nob, al sacerdote Ahimelec; y se sorprendió Ahimelec de su encuentro, y le dijo: ¿Cómo vienes tú solo, y nadie contigo?” La repuesta de David estaba lejos de la verdad y las consecuencias eran graves. David tuvo que decir, no tanto tiempo después al único sobreviviente de la injusta ira de Saúl “Yo he ocasionado la muerte a todas las personas de la casa de tu padre.” 1 Samuel 22:22 Así la lección a nosotros es como se puede involucrar a otros en nuestros pecados cuando somos desobedientes. Romanos 14:7 así nos enseña “Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí.”
Después de recibir los panes, David pide otra cosa. “Y David dijo a Ahimelec: ¿No tienes aquí a mano lanza o espada?... Y el sacerdote respondió: La espada de Goliat el filisteo, al que tú venciste en el valle de Ela, está aquí envuelta en un velo detrás del efod; si quieres tomarla, tómala; porque aquí no hay otra sino esa. Y dijo David: Ninguna como ella; dámela.” Acaso pensamos de David, ya no como un prototipo de Cristo, sino como uno de nosotros mismos, los discípulos de Cristo. Aunque tenemos un versículo que se nos ocurre en Efesios 6:17 “la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios”, pienso que el tema de la espada aquí tiene otro significado, pues era la espada de Goliat que le mató a él mismo. Acaso el pueblo de Israel, viendo al gigante tumbado en el suelo, hubieran dicho “está inconsciente, pero va a recuperar.” Pero al ver a David tomar la espada de Goliat y sacarle la cabeza, no quedaba duda que estuviera vencido su enemigo. Así nos habla de la muerte y resurrección de Cristo, triunfante sobre la tumba, su obra totalmente consumada en la cruz. Es esto que es la defensa del cristiano contra los ataques de nuestro enemigo, Satanás, que nos diría que somos perdidos después de una caída. “Ninguna como ella” dijo David, y así es la verdad. No hay otra cosa que nos protege de los dardos del maligno, más bien como Efesios 6:16 “Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.” La fe nos dice que la muerte y resurrección de Cristo eran y son suficientes para llevarnos hasta la gloria, sea como sea lo que pasa antes de aquel momento.
Ahora vemos a David, huyendo a los enemigos mortales de Israel, buscando refugio con los filisteos. Pero no funcionaba, pues su fama de David le anticipaba. “Y levantándose David aquel día, huyó de la presencia de Saúl, y se fue a Aquis rey de Gat. Y los siervos de Aquis le dijeron: ¿No es este David, el rey de la tierra? ¿No es éste de quien cantaban en las danzas, diciendo: ¿Hirió Saúl a sus miles, y David a sus diez miles?” David, oyendo estas palabras, se dio cuenta del peligro en que se encontraba y se sentía obligado de defenderse, no con valentía, pero a través de fingirse loco. Los Salmos 34 y 56 nos dicen los pensamientos de David, acaso poco tiempo después de escapar la muerte. “Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca. En Jehová se gloriará mi alma; lo oirán los mansos, y se alegrarán. Engrandeced a Jehová conmigo, y exaltemos a una su nombre. Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores.” No era su búsqueda de refugio con los filisteos, ni su locura fingida, sino la mano de Jehová que le había conservado la vida. Era la lección del momento.
Salmo 56 acaso escribía David primero que el 34; “Ten misericordia de mí, oh Dios, porque me devoraría el hombre; me oprime combatiéndome cada día. Todo el día mis enemigos me pisotean; porque muchos son los que pelean contra mí con soberbia. En el día que temo, yo en ti confío.” Podemos entender como en estos momentos, viendo David que Saúl intentaba matarlo y que su huida a Aquis amenazaba su muerte por venganza de los filisteos, desesperaba del hombre y solo confiaba en la mano de Dios para librarlo. “En el día que temo, yo en ti confío.” El escudo de fe usado por David, aun a pesar de su error de pensar refugiarse con los filisteos, le dejaba decir después “Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca.”