1 Samuel 15. Saúl, confesión sin arrepentimiento
Léase por favor 1 Samuel 15
En el capítulo 13 vimos como Samuel perdió la confianza en el reino de Saúl; “Entonces Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre. Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón…” Pero, aun así, parece en este capítulo Samuel volvió a aconsejar al hombre según la carne que peleara contra el enemigo, Amalec, tipo de uno de los tres enemigos constantes del cristiano, el mundo, el diablo, y la carne. Siendo que Saúl representa aquí en hombre según la carne, creo que en este capítulo vemos a Amalec como tipo de Satanás.
“Después Samuel dijo a Saúl: Jehová me envió a que te ungiese por rey sobre su pueblo Israel; ahora, pues, está atento a las palabras de Jehová. Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo castigaré lo que hizo Amalec a Israel al oponérsele en el camino cuando subía de Egipto. Ve, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene, y no te apiades de él; mata a hombres, mujeres, niños, y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos.” Este mandato viene de lo que dijo Jehová en Deuteronomio 25:17-19 “Acuérdate de lo que hizo Amalec contigo en el camino, cuando salías de Egipto; de cómo te salió al encuentro en el camino, y te desbarató la retaguardia de todos los débiles que iban detrás de ti, cuando tú estabas cansado y trabajado; y no tuvo ningún temor de Dios.” Así es el poder del enemigo que ataca a los débiles, la retaguardia, o sea, los que siguen de lejos. Recordamos de Pedro, que jactaba que nunca iba a negar al Señor Jesús. “Mas Pedro le seguía de lejos…” Mateo 26: 58 Andaba Pedro en la retaguardia y Satanás aprovechaba. Así Saúl tenía el mandato de destruir todo de Amalec. Pero no fue posible que la carne destruyera por obediencia el enemigo. Solo en el poder del Espíritu de Dios podemos “Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo…Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.” Efesios 6:10-18 La fe que siempre motivaba a Samuel hacía falta con Saúl.
Saúl obedecía en parte el mandamiento de Jehová. “Y Saúl derrotó a los amalecitas…mas todo lo que era vil y despreciable destruyeron.” Se puede decir que el mundo es capaz de juzgar a lo muy malo. Encarcelaron a Barrabas, pero cuando tenía que ver con una elección entre el hombre homicida y el Hijo de Dios, el Señor Jesús, escogieron al homicida.
Dentro de la tristeza de las acciones de Saúl en este capítulo nos animemos por las acciones de Samuel. “Y vino palabra de Jehová a Samuel, diciendo: Me pesa haber puesto por rey a Saúl, porque se ha vuelto de en pos de mí, y no ha cumplido mis palabras. Y se apesadumbró Samuel, y clamó a Jehová toda aquella noche.” Este hombre fiel, sin egoísmo, había hecho por el mandato de Jehová y sin resentimiento lo que el pueblo quería; les había hecho rey cuando rechazaron a sus hijos. Pero ahora que su rey ha fracasado y se ha mostrado indigno de la posición que le fue otorgado, no vemos en Samuel nada menos una actitud totalmente según su amor por el pueblo de Dios y su deseo de la bendición de Jehová sobre su rey. Clamó a Jehová toda aquella noche…que decía o pedía no sabemos, pero podemos estar seguro que intercedía por el pueblo y por el mismo Saúl. ¡Que hermoso es ver en Samuel tal espíritu! Que semejante cosa sea verdad de nosotros como nos dice en Efesios 4:31-32 “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” ¿No podemos decir que este es el espíritu que vemos en Samuel?
“Vino, pues, Samuel a Saúl, y Saúl le dijo: Bendito seas tú de Jehová; yo he cumplido la palabra de Jehová.” ¿Por qué tan presto de proclamar su obediencia? ¿Dudamos que su conciencia no le decía que era mentira? Cuando se le pregunta Samuel de una vez echa la culpa al pueblo. “De Amalec los han traído; porque el pueblo perdonó lo mejor de las ovejas y de las vacas, para sacrificarlas a Jehová tu Dios, pero lo demás lo destruimos.” Más tarde, vuelve a decir otra vez que fue el pueblo que trajo de los animales. Pero Samuel le contesta con una sabiduría que vale la pena nosotros escuchemos bien; “Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación.” Lo que Saúl hizo era rebelión y obstinación, pero no quiere aceptar la responsabilidad.
“Entonces Saúl dijo a Samuel: Yo he pecado…” ¿Se muestra entonces arrepentimiento? Pues dijo “Yo he pecado” y añadía algunas palabras bonitas más, pero si, es posible confesar sin arrepentimiento. Judas también, después que entregó al Señor Jesús dijo “yo he pecado” pero fue remordimiento y no arrepentimiento. “Y él dijo: Yo he pecado; pero te ruego que me honres delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel…” En esto vemos la ausencia de arrepentimiento. El interés de Saúl era en su reputación delante del pueblo y los ancianos “te ruego que me honres”. ¡Que engañoso es la carne! Teme el hombre y lo mal interpreta como temor de Dios.
F. Fournier