1 Samuel 10, Saúl escogido del pueblo
Léase por favor 1 Samuel 10
Este capítulo está lleno de interés que nos motiva leer con cuidado la historia de Israel en los libros de Moisés. Si no, los lugares que se mencionan no van a tener su significado debido y así espero que sea un ánimo para leer toda la escritura en nuestra lectura particular. En la asamblea en los estudios públicos, yo recomiendo que nos quedemos con la doctrina de los apóstoles, aunque la lectura de los evangelios y el libro de los Hechos también son de mucho provecho.
Samuel ungió a Saúl con el aceite anticipando su elección por el pueblo que llegó a cumplirse por suertes en el fin del capítulo. Pero las instrucciones que Samuel dio a Saúl eran para ejercitar su corazón y darle un mejor principio. Tristemente, no había en Saúl la fe para aprovechar de lo que Samuel por el Espíritu de Dios quería que entendiera. Algunos por leer este capítulo llegan a concluir que Saúl era un hombre renacido. “Entonces el Espíritu de Jehová vendrá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre.” En verdad, perdimos mucha enseñanza si solo pensamos de Saúl como un hombre inconverso pues en su vida hay mucho que puede aprovechar al creyente. Pero parece, dado el resto de la historia y lo que sigue en la vida de Saúl, que todo lo que le pasó en este capítulo era externo. Fue mudado a ser otro hombre en lo exterior, pero su corazón quedaba sin vida real.
Samuel le dio a Saúl una serie de señales que le iban a pasar aquel día. La primera era que iba a ver dos hombres; “Hoy, después que te hayas apartado de mí, hallarás dos hombres junto al sepulcro de Raquel, en el territorio de Benjamín, en Selsa…” ¿Qué pasó en este lugar donde murió Raquel? Allí nació Benjamín, quien fue llamado por su mama moribunda Benoni “Y aconteció que al salírsele el alma (pues murió), llamó su nombre Benoni; mas su padre lo llamó Benjamín.” Génesis 35:18, Saúl era de la tribu de Benjamín y así la historia de su nacimiento debería haber sido de interés pues el nombre que se le puso su padre quiere decir “hijo de mi mano derecha.” Pero la mama Raquel, idolatra que había robado las imágenes de su padre, en incredulidad le puso nombre Benoni, “hijo de mi tristeza.” Pero nosotros, vemos en el nombre Benjamín al Señor Jesucristo reinando sobre la nación de Israel, como Hijo de la mano derecha de Dios. Esto debería haber sido la meta de Saúl; reinar como uno que anticipaba la venida del Mesías, el rey verdadero que para siempre va a librar a su pueblo de sus enemigos y hacerlos “la cabeza” y no la cola. “Te pondrá Jehová por cabeza, y no por cola; y estarás encima solamente, y no estarás debajo, si obedecieres los mandamientos de Jehová tu Dios.” Deuteronomio 28:13 Pero el nombre “Benoni” que Raquel dio a su hijo nos hace pensar de la nación incrédula de Israel hoy en día. “Hijo de mi tristeza”. Al Señor Jesús ellos, pues dijeron “no queremos que este reine sobre nosotros.” “Pero ellos gritaron: ¡Fuera, fuera, crucifícale! Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César. Así que entonces lo entregó a ellos para que fuese crucificado. Tomaron, pues, a Jesús…” Juan 19:15-16 En Mateo 27:25 dicen “Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos.” Así ha pasado, desde la destrucción del templo por Tito cuarenta años después de la crucifixión de Cristo, hasta el trato de los judíos bajo el malvado Hitler.
Pero no había en Saúl el corazón renacido para captar la realidad de la señal. Ni tampoco el segundo, en el lugar Bet-el (cuyo nombre significa “la casa de Dios”), donde Jehová hizo promesas irrevocables a Jacob cuando iba huyendo de su hermano Esaú. “Y luego que de allí sigas más adelante, y llegues a la encina de Tabor, te saldrán al encuentro tres hombres que suben a Dios en Bet-el, llevando uno tres cabritos, otro tres tortas de pan, y el tercero una vasija de vino; ”Estos tres hombres subían a adorar y nos hace recordar que Dios siempre tiene su testimonio aun en los días más oscuros. (Fue Bet-el el centro de adoración en esta época del pueblo de Israel, que se trasladó a Jerusalén en los tiempos de David.) Ojalá hubiese en Saúl un corazón para adorar con estos tres hombres, pero no tenía nada que dar. Tenía que recibir de estos tres hombres. “…los cuales, luego que te hayan saludado, te darán dos panes, los que tomarás de mano de ellos.”
Por fin Saúl iba a llegar al collado de Dios donde estaban los filisteos, un recordatoria de la baja condición de la nación y quienes en el futuro iban a ser vencidos primeramente por la fe del hijo de Saúl, Jonatán, y después por David, el joven con fe. Pero no por Saúl, ni en este momento ni en el futuro, pues le faltaba la fe de verdad.
Lo que sigue en el capítulo nos enseña que el carácter de Saúl, anteriormente a pesar de su humildad que vemos en este capítulo, no era un carácter que se conocía como un hombre de fe. “Y aconteció que cuando todos los que le conocían antes vieron que profetizaba con los profetas, el pueblo decía el uno al otro: ¿Qué le ha sucedido al hijo de Cis? ¿Saúl también entre los profetas?” ¿Qué tal nosotros, mis queridos hermanos? ¿Cómo nos conocen en nuestros alrededores? ¿Quedarán sorprendidos si algún día abrimos la boca para pronunciar la palabra de Dios?
El pueblo por suertes escogió a Saúl y se ve que se escondió Saúl, cosa que nos enseña en este lugar que era humilde al principio. Algunos “hombres perversos” (acaso los mismos que pidieron rey) lo rechazaron. “Pero algunos perversos dijeron: ¿Cómo nos ha de salvar éste? Y le tuvieron en poco, y no le trajeron presente; más él disimuló.” Pero Samuel y David después siempre le llamaban “el ungido de Jehová.” Puede ser que tengamos líderes que no se muestren muy dignos de respeto, pero somos obligados de respetar a los que Dios ponen en el lugar de autoridad.
F. Fournier