1Sam 30b David siguiendo a sus enemigos

Categoría de nivel principal o raíz: Antiguo Testamento
posted by: F Fournier

1 Samuel 30b David, siguiendo a sus enemigos

Léase por favor 1 Samuel 30:9-31

 

Segunda parte del capítulo 30 de Samuel.  Así que, retrocedemos a esta historia de David, después de ser restaurado en su alma y habiendo recibido la promesa de Jehová que iba a triunfar sobre estos enemigos y recuperar todo. 

 

Queremos notar brevemente algo de las circunstancias en que David seguía a los Amalecitas que habían llevado cautivos a su familia.  Hay algo interesante acerca del joven de Egipto que encontraron desmayado, enfermo, y abandonado.  Primero, se nota la manera en que el joven contestó la pregunta de David “Y le dijo David: ¿De quién eres tú, y de dónde eres? Y respondió el joven egipcio: Yo soy siervo de un amalecita, y me dejó mi amo hoy hace tres días, porque estaba yo enfermo.”  Me gusta ver el contraste que vemos en 2 Reyes 5:4Entrando Naamán a su señor, le relató diciendo: Así y así ha dicho una muchacha que es de la tierra de Israel” 

 

Querido lector, ¿cuál de las dos descripciones le tocan a usted?  ¿Se conoce a usted como “Egipcio, siervo de Amalecita”, o como “de la tierra de Israel?”  Hablo por supuesto en forma de parábola refiriendo a la identificación que nosotros o tenemos con Cristo, o tenemos con el mundo, o tenemos simplemente con la religión.  Nuestros amigos y semejantes en el trabajo, ¿cómo nos conocen?  Si vivimos como la jovencita muchacha, esclava en verdad de Naaman, pero de suma fidelidad a Jehová Dios de Israel, seremos conocidos como “Cristianos.”

 

He contado antes la historia (pero quizás vale la pena volver a contar) de un joven cristiano, que se fue reclutado al ejército por algunos años.  Cuando regresó, se le hizo la pregunta “¿No le fue muy difícil vivir entre estos hombres impíos?”  Desgraciadamente, el joven contestó así “No, no fue ningún problema.  Nadie se dio cuenta de que yo era creyente.”  ¡Que triste, que perdida de testimonio!  Quizás había evitado toda forma de persecución, pero, ¿pasó estos años sin leer la Biblia o doblar sus rodillas ni una vez cuando sus compañeros del ejercito le estaban observando?  ¿Sufrió sus bromas sucias y maldiciones sin ni una palabra para el honor de Cristo?  Ojalá que nosotros podamos decir como Pablo “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.”  Romanos 1:16

 

Vemos la condición de este joven Egipcio.  Sus palabras eran “me dejó mi amo hoy hace tres días, porque estaba yo enfermo.”  ¡El mundo es cruel!  Cuando somos útiles al mundo, el mundo sacaría todo el provecho que se puede.  Pero si somos enfermos, debilitados, o necesitados, llegaremos a saber que el mundo no nos ama de verdad.  El mundo inconverso es egoísta.  Busca nada más que su propio beneficio.  En cambio vemos la actitud de Onesíforo, hermano y amigo de Pablo. “Tenga el Señor misericordia de la casa de Onesíforo, porque muchas veces me confortó, y no se avergonzó de mis cadenas, sino que cuando estuvo en Roma, me buscó solícitamente y me halló.”  2 Timoteo 1:16 ¡Ojalá que sea cierto de todos nosotros creyentes!  El amor cristiano, visto en 1 Corintios 13, no busca lo suyo, sino la bendición de otros, sin referencia egoísta a nosotros mismos.

 

Una cosa más me gusta ver aquí, un principio que se mostró en David, algo que anticipa que clase de líder iba a ser del pueblo de Dios.  Si leyeron el capítulo, notaron como 200 hombres no tenían la fuerza de seguir adelante en busca de los Amalecitas.  Quedaron con el equipaje y 400 siguieron en pos de David.  Al regresar triunfantes, algunos hombres malos entre los 400 quisieron negar a los 200 los despojos de la victoria, pero David en su sabiduría no dejó que esta cosa fuera llevado al cabo.  Me parece que David ganó mucho respeto por su fidelidad en este asunto, que para mí era una demostración de la gracia.  Que sea así entre nosotros creyentes también, no viendo las cosas del lado de la ley, que siempre ve al hombre como teniendo que trabajar para ganar algo; la ley da si el hombre sea digno.  En cambio, la gracia da porque es el carácter de Dios mismo.

F. Fournier