1 Samuel 13: La necedad y debilidad de la carne
Léase por favor 1 Samuel 13
En este capítulo somos introducidos a un hombre de fe, Jonathan. Más tarde, Dios mediante, veremos como este hombre de fe amaba al hombre escogido por Dios, David. Pero también amaba a su padre (cosa buena y entendible) y a veces ponemos ojos ciegos cuando vemos en nuestras parientes características no admirables. Vemos tres de estas características lamentables en Saúl en nuestro capítulo 13 aquí.
“Jonatán atacó a la guarnición de los filisteos que había en el collado, y lo oyeron los filisteos. E hizo Saúl tocar trompeta por todo el país, diciendo: Oigan los hebreos. Y todo Israel oyó que se decía: Saúl ha atacado a la guarnición de los filisteos.” Muy temprano en el reinado de Saúl, Samuel le había dicho “Luego bajarás delante de mí a Gilgal; entonces descenderé yo a ti para ofrecer holocaustos y sacrificar ofrendas de paz. Espera siete días, hasta que yo venga a ti y te enseñe lo que has de hacer.” 1 Samuel 10:8 Este encuentro se había postergado dos años, acaso porque Saúl estaba aprendiendo como ser guerrero y líder por las formas carnales pues no era hombre de fe. No sabemos nada del entrenamiento de su hijo Jonatán, pero cuando se juntaron a la batalla, se dividieron en dos grupos, Saúl con el grupo más grande de dos mil, y Jonathan con mil. Pero fue Jonatán que salió atrevido, con su fe en Jehová, para empezar la batalla.
Pero, ¿Quién estaba con su trompeta para anunciar la batalla exitosa? No fue el hombre de fe pero el hombre que antes había mostrado bastante humildad, Saúl. Además, en su pronunciación usaba las palabras del enemigo para nombrar a su pueblo “Oigan los hebreos.” ¡Este era el nombre que se les puso los filisteos! Y en su pronunciación proclama, no el nombre de su hijo, sino de el mismo. “Saúl ha atacado a la guarnición de los filisteos.” Más tarde, la envidia que tenia de David sobre sus éxitos en la batalla contra los filisteos envenenaba su vida tanto que por el resto de sus años estaba en miseria, tratando de restaurar su reputación. “Aconteció que cuando volvían ellos, cuando David volvió de matar al filisteo, salieron las mujeres de todas las ciudades de Israel cantando y danzando, para recibir al rey Saúl, con panderos, con cánticos de alegría y con instrumentos de música. Y cantaban las mujeres que danzaban, y decían: Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles. Y se enojó Saúl en gran manera, y le desagradó este dicho, y dijo: A David dieron diez miles, y a mí miles; no le falta más que el reino. Y desde aquel día Saúl no miró con buenos ojos a David.” 1 Samuel 18:6-8
La tercera cosa que vemos del espíritu de un líder según la carne; “y también que Israel se había hecho abominable a los filisteos. Y se juntó el pueblo en pos de Saúl en Gilgal.” Es un poco difícil saber con certeza si estas eran las palabras de Saúl pero parece que sí. Antes Saúl, en su primera batalla contra los amonitas, había usado amenaza para atraer a los israelitas tras sí. “Y tomando un par de bueyes, los cortó en trozos y los envió por todo el territorio de Israel por medio de mensajeros, diciendo: Así se hará con los bueyes del que no saliere en pos de Saúl y en pos de Samuel.” 1 Samuel 11:7 En el capítulo 11 era amenaza y en este capítulo, miedo. En cambio, los cuatrocientos hombres que se juntaron al hombre perseguido y rechazado, es decir David, le siguieron por amor, no por miedo o amenaza. Así están saliendo en el hombre de la carne varias cosas que nos enseñan su carácter que no era el carácter de un varón de Dios.
Pero con todo esto, no había valentía en Saúl para proceder a la batalla contra los filisteos. El pueblo empezaba a infundirse de miedo, sin duda en parte de su propia falta de fe en Jehová y también porque su líder era un hombre de poca confianza. “Entonces los filisteos se juntaron para pelear contra Israel, treinta mil carros, seis mil hombres de a caballo, y pueblo numeroso como la arena que está a la orilla del mar; y subieron y acamparon en Micmas, al oriente de Bet-avén. Cuando los hombres de Israel vieron que estaban en estrecho (porque el pueblo estaba en aprieto), se escondieron en cuevas, en fosos, en peñascos, en rocas y en cisternas. Y algunos de los hebreos pasaron el Jordán a la tierra de Gad y de Galaad; pero Saúl permanecía aún en Gilgal, y todo el pueblo iba tras él temblando.” Eran muchos los filisteos y con tecnología y transporte mejor de los israelitas, pero eran paganos sin recursos del Dios de Israel. El hombre de fe no teme tales cosas, pero desgraciadamente su líder no era uno para infundir esta confianza.
Saúl por fin no tenía la paciencia de la fe para esperar por Samuel. Pasaron los siete días y Samuel no vino, así que dijo Saúl “Traedme holocausto y ofrendas de paz. Y ofreció el holocausto. Y cuando él acababa de ofrecer el holocausto, he aquí Samuel que venía; y Saúl salió a recibirle, para saludarle. Entonces Samuel dijo: ¿Qué has hecho? Y Saúl respondió: Porque vi que el pueblo se me desertaba, y que tú no venías dentro del plazo señalado, y que los filisteos estaban reunidos en Micmas, me dije: Ahora descenderán los filisteos contra mí a Gilgal, y yo no he implorado el favor de Jehová. Me esforcé, pues, y ofrecí holocausto.”
¿Acaso esto nos ha pasado, amados hermanos? Estamos en reunión, quizás de frio corazón por haber seguido lejos del Señor durante la semana, y hay una pausa en la reunión y nos sentimos mal por el silencio, y “nos forzamos” para dar un himno o leer una escritura. Que el Señor nos ayude a caminar en comunión con él, para estar en un espíritu de fe y adoración, pues la carne con toda su fuerza no substituye por el caminar en comunión con nuestro Señor Jesucristo.
F Fournier